29 junio 2006

Todos contra el canon.

Por la mañana, razonablemente temprano, salgo en ayunas de mi casa, cojo el carro y me acerco al Hospital. Deben de ser las 9 aproximadamente. Entro por la calle que da a la entrada principal al “Virgen de la Luz” y me doy cuenta que tengo ante mí todo un reto: aparcar esquivando a los caraduras.

¿Quién son los caraduras? Como el lector se podrá imaginar (no estoy descubriendo nada con este artículo) son los aparcacoches, auxiliares de aparcamiento, o como sea. En definitiva, incómodos, irritantes jetas que antes de bajarte del coche tienen la mano puesta para que les “aflojes la gallina”. Lo que me sorprende es que se están convirtiendo en auténticos profesionales del “dame cuartos o no te digo ná”. Lo vemos en la explanada junto al Hospital, lo vemos junto al Parador, lo vemos en los aparcamientos del Castillo. Pero me voy a centrar en lo del Hospital.
Llego, entro en la famosa explanada, ese parking para pacientes, y como tengo cientos de metros para mí solo, aparco a mis anchas. Cuando veo de lejos que se me acerca un chaval (unos 35 años) todo trajeado, de etnia gitana, se me acerca mientras su compañero de aventuras vigila en la entrada a la explanada buscando clientela. “Buen aparcamiento jefe” y estira la mano. “No te doy nada”, le contesto. Empieza a ponerse pesado. Y para quitármelo de encima diplomáticamente le digo primero que he aparcado sin ayuda, segundo que no va a ver un duro, y tercero (infalible) que soy de Cuenca. Aquí me deja en paz, no sin antes pedirme al menos un “cigarrico”. Ya le voy cogiendo el truco.
Pero es mucho más penoso de lo que parece. Sus víctimas reales son mayoritariamente los hombres y mujeres que vienen de fuera de Cuenca (cientos a diario), muchos desconocen de qué va esto y más pronto que tarde les dan dinero. No quiero ni pensar el dinero que sacan a esta pobre gente. A algunos les indican dónde hay un espacio libre (dentro de lo malo…), pero me quedé sorprendido cómo un hombre de Mota del Cuervo aparcó a mi lado y el “vigilante” al que se le había colado mientras estaba pendiente de otro, se acercó corriendo a estirarle la mano. El hombre le dio un euro. A la víctima, no se porqué pero me lo puedo imaginar, le daba miedo no pagarle.
Me quedé escandalizado al ver cómo el “cobrador” parecía sentirse legitimado a recibir un canon por aparcar. Y es que es su negocio. Han patrimonializado la explanada y la están explotando económicamente. Bueno, la explanada y otros sitios públicos de Cuenca. ¿Las presas más fáciles?: los de fuera.
Y digo yo: ¿hasta cuando tendremos que seguir aguantando a estos caraduras?
Por STEWART.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

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